La playa fluvial, mi trocito de cielo.

Creo que lo peor de todo ha sido mi mala baba en los días antes de irnos al Tera, no consideraba que volver a casa fueran vacaciones si no un fin de semana cualquiera. ¡Y todo por no poder ver las olas este año! Cómo me arrepiento de ser tan necia y desagradecida, ojalá todos los días fueran uno de esos fines de semana cualquiera.

Soy afortunada a morir. Tenemos salud, tengo una familia fantástica (directa e indirecta), unos amigos increibles y un trocino de pan con chichi para llevarnos a la boca. Así que, a quejarse de desahogo un ratito, pero luegoooooo, a buscar la esencia, la risa hasta llorar, el amor, el cariño, el color,... Lo maravilloso que es todo lo que nos rodea cuando cambiamos el chip que creemos necesitar, por no ser menos, por no sentirte de menos, por gilipolleces y necesidades absurdas.

¿Sabéis qué? Me parece uno de los lugares más maravillosos del mundo, ¡y no una resignación!

Además, alguien pequeño me ha enseñado que le da igual una cosa que la otra, quiere el agua, la disfruta: Hugo autoregándose.

¿Lo véis necesitado de mar (Hugo y el Mar)?

Yo creo que no va a tener ninguna carencia siendo adulto si varias veces al día ve este trocito de mundo maravilloso.

- Mamaaaa, estrellasssss en el aguaaaaaaaa!!!

- Te voy a coger, no te escapes...

- Se vannnnnn las lucessss mamiiiii.

- Mira mamá, han vuelto las estrellas. ¡Qué genial, no sólo se ven en el cielo!

¡¡¡Disfrutad el fin de semana y sed felices con lo que tenéis!!!

Besos.