El abuelito Nino.

Vale, ya sé que hoy es el día del padre y yo vengo a hablaros de un abuelo. Pero de un abuelo muy especial, de mi padre.
 

¿Por qué os hablo de mi padre como abuelo? Porque creo que lo hace de un modo tan perfecto, sin mácula, que no creo que pueda decir lo mismo de ningún otra faceta que tiene.

 

Mi padre es un gran luchador, un gran empresario y una mosca cojonera a escala insalvable.
 

Los que conocéis a mi padre no hace falta que sigáis leyendo el post, los que no lo conocéis, os diré que nuestra relación no ha sido nada fácil. Es más, a estas alturas del cuento, os aseguro que pensaba que ya no me hablaría con él y ni siquiera nos hablaríamos nunca, no es coña. Y para desgraciada mi madre, es la que siempre nos ha visto reñir, discutir, llorar, ¿he dicho gritar? Nuestra relación ha sido dura, difícil y muy complicada.
 

En mi pandilla, lo de "Hostias, viene Nino" se oía con una voz temblorosa, lo emitiera fuera quien fuera. Recuerdo cómo le ponían la canción de "Chiquilla" para que me dejara salir un poquito más o no viniera a buscarme a las 10 y un minuto con 20 años (y yo ya llevaba viviendo fuera de casa media vida). Su rigidez, dureza y miradas asesinas nos han dejado marca, era respirar mi padre y 6 de mi pandilla se ponían rectos al mismo tiempo. Asi que imaginaos cuando el Pichu, delante de la pandilla de mi padre y de la de mia, en casa de mis padres y el primer día que vino al pueblo (cuando lo del divorciado con dos hijos, eso ya os lo he contado, ¿no?) me agarró y me tiró vestida a la piscina, hizo que unas 20 personas giraran la cabeza miraran a mi padre y pensaran que Carlos estaba muerto en ese mismo momento. Lo que sucedió a continuación (yo empapada, sin dar crédito a lo que había sucedido) me sacó de mis casillas, mi padre siguió jugando a las cartas tan normal, eso significó el comienzo de un respeto profundo por ambas partes entre suegro y yerno, que dura hasta hoy.
 

No es cuestión de repartir culpas, porque no estoy en el Juzgado ni tenemos un Juez que dictamine un fallo para ninguna de las partes, simplemente un día, no sé cómo ni cuándo ni qué sucedió, mi padre y yo nos perdonamos (bueno, hay días que a veces nos sacamos y echamos mierda encima como está mandado). Mi madre dice que soy igual que mi padre y que por eso chocamos, es como si dos grandes locomotoras de hierro fundido fueran a 300 km/h una contra la otra por la misma vía sin intención de frenar, suceda lo que suceda y descarrile lo que descarrile; de vez en cuando volvemos a ser lo que eramos, pero menos, mucho menos.

 

Y me encanta, me encanta saber que tengo un padre que me llama, que me acepta, que me quiere, que me respeta, que noto que está orgulloso de mí por encima de todas las cosas y que adora a los peques. Eres muy grande Papá.

 

Además, lo de poder decir nieto creo que ha sido una de las cosas más grandes que ha tenido, se adoran. Hugo me pide llamar a su abuelo cada poco y eso que casi no podemos vernos, pero lo quiere mogollón, juegan juntos, discuten, pasean, se abrazan, lloran y ríen viendo Batman, comen juntos, van a por cangrejos,... Cuando nació Hugo, mi padre dejó de fumar y lleva 4 años sin tocar un cigarro.

 

Me ha llamado para ver si el niño está feliz, se ha venido al día del abuelo  en la guarde dejando el almacén, me llama por si el niño ya caga bien o si lo puedo llevar unos días al pueblo, no se va de vacaciones a Benidorm (que es el mejor sitio del mundo, según mi padre, mucho mejor que New York, que no ha estado, pero él lo sabe). Ha dejado que Hugo sea del Real Madrid y hasta que lleve el pelo largo sin meterse conmigo en ningún momento.
 

Sólo puedo decir que estoy feliz de no haber perdido un padre, porque mi hijo ha ganado un abuelo y esto es mérito de los dos. Sólo puedo decirte...

 

¡¡¡Gracias por todo!!!

 

Feliz día del Padre Papá, te quiero.
Antes, cuando nos odiábamos, te hubiera matado, pero también te quería.

Besos.